Hasta hace un año atrás yo festejaba los años de nacidas de nis hijas, porque así debe ser.
Uno prepara una torta y le enciende velas de igual cantidad a los años que cumple el chico. Todo es alegría, festejo, risas, regalos.
Micaela en diciembre hubiera soplado once velitas. Pero en vez de eso hoy cuento otros años. Ayer se cumplió un año de tristeza, de dolor, de preguntas sin respuestas, de algo que ningún padre jamás imagina, la muerte de un hijo.
Hay días en los que deseo poder tocarla, acariciarle el pelo, abrazarla fuerte. Es tan grande el deseo que en algunas ocasiones tengo la sensación de estar tocándola en serio. Muchos otros días, cuando estoy sola, lloro. Lloro una lluvia de lágrimas. Porque es contra natura el que los padres pierdan a sus hijos.
Hoy, después de un año sigo sintiendo una profunda tristeza, rabia, bronca, impotencia.
Hay lágrimas amargas... de dolor, de tristeza, de soledad, desesperanza, desolación, desamparo, injusticia, impotencia, de oscuridad, lágrimas de sueños rotos... Hay lágrimas de felicidad, de amor, de gozo, de triunfo, de alegría, de sueños, lágrimas al escuchar la voz del ser amado, lágrimas de emoción al recordar un nombre o pronunciarlo... Las lágrimas son la forma de convertir nuetra alma en sentimientos... no importa de cual tipo sea una lágrimaexpresa, que vivimos por dentro... que sentimos... que somos.
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