Dolor de espalda, desorden y polvo. Eso es con lo que uno convivie en los días de mudanza.
Una vez subidos al camión todos nuestros trastos nos dirigimos a nuestro nuevo nidito. Fueron subiendo los muebles, cajas y bolsas negras de consorcio, depositándolas en el suelo, eran muchísimas. Estaban por todas partes, parecían hormigas negras gigantes. No te das cuenta de la cantidad de cosas que tenés hasta que haces una mudanza. Y la de porquerías que uno junta con la esperanza de algún día usarlas. O la ropa, eso si que es un dilema en todas las mujeres. Guardamos hasta esos jeans que nos calzaban de maravilla a los 21 años, antes de tener tres embarazos y algunos kilos de más, pero "muy mal distribuídos".
Pero en estos casos no solo es guardar ropa y trastos en bolsas y cajas, también hay que hacer
cambios de domicilio, de la Prepaga, telefonía celular, Internet y otras yerbas. Obvio que todo lo que nos llegará serán cuentas a pagar.Les cuento que este departamento es el doble de grande que el anterior. Una de las beneficiadas es Karen a quien le tocó una habitación enorme para ella sola. El comedor es grandísimo, caben los sillones, una mesa ratona, la mesa y sus respectivas sillas y encima queda espacio para el corralito. Además Germán se hecha una carrerillas con su andador y aprovecha para arrasar con todo a su paso. Es un hermoso edificio y estamos super felices.
Aquí les dejo un par de fotitos de ese día:
No cabe duda que le pone onda.
Cajas, cajitas, bolsa de consorcio, bolsitas del super, bolsos, cualquier cosa venia bien cuando faltan cajas.
Esto tiene más un parecido con un basural que con una mudanza. Pero con el correr de los días fue retomando forma de living comedor.
Algunos ni lerdos ni perezosos prefieren dormir a laburar.
Realmente estamos felices y este es nuestro nidito, nuestro "Home Sweet Home"
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