Llevaba quince días como loca probándome toda bota que se ajustara a mi gusto -que era un tantito estricto- pero ¿Por qué no me quedaban de bien como las que veía en otros piesecillos? ¿Estaba idealizandolas quizás? ya en este punto cualquier cosa podía ser. Ya era tragicómico el verme por la calle mirándole el calzado a toda mortal que se me cruzaba. ¡Cuidado! me estaré montando un fetiche??? Los que no colaboraban mucho, y creo que me empataban en locura, eran los vendedores.
Yo: Hola.
Vendedor: Hola ¿en qué te puedo ayudarte?.
Yo: Estaba buscando unas botas caña alta, color negro y en número 38.
Vendedor: No me quedó nada en 38, pero tengo en 37.
Yo: No, es chico. Tal vez un 39.
Vendedor: No, nada. ¡Pero tengo en 37!.
Si, si, corro a cortarme los dedos así vos te ganas la comisión por la venta ¡eh! Por favor.
Y si no era esto era:
Yo: Hola.
Vendedor: Hola.
Yo: Me quisiera probar esas botas, las de $ 400, en número 38.
Vendedor: Ya te las traigo.
Regresa vendedor y...
Vendedor: No me quedó ese modelo en negro y 38, pero te puedo ofrecer estas. Al mismo tiempo abría una caja para dejar ver unas botas hermosas, al mismo tiempo que por la comisura de mis labios caia un hilito de baba.
Solo atiné a decir...
Yo: Me encantan, están preciosas. Y estas ¿cuándo cuestan?
Vendedor: $ 600
Me lo dijo con el mismo tono de seguridad con el que yo le dije NO, GRACIAS.
Si hay algo que me saca totalmente de onda es cuando el o la vendedora te traen algo totalmente distinto a lo que pediste, que podría gustarte, pero en precio la diferencia es abismal. En mi caso yo ya me veía enfundada en esas botas de tacón, en donde la caña se ajsutaba perfectamente a mi pantorrilla y pierna y la estilizaba de una manera que frente al espejo ya no ves a otra más que a una Gatubela con traje de cuero y todo. Claro que cuando vuelves a la realidad lo único que queda de ese misterioso personaje son las uñas con las que cortarías en juliana al maldito vendedor.
Finalmente conseguí el tan preciado calzado y muy contenta me las estrené esa misma tarde pero por no usar las medias correctas se ampoyó uno de mis talones, pero quién dijo que la moda no duele. Solo hay que llevarla con hidalguía y sin que nadie note que nos partimos de dolor.
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