
Minutos después de nacer nuestro chiquitín necesitaba de ayuda para respirar, alimentarse y mantenerse calentito.



Recuerdo cuando su mundo eran mamá, papá y su hermana.



Recuerdo cuando necesitaba en su camita un nidito para sentirse seguro, el gorrito para no perder el calor y el chupete, que fue un vicio que intentaron imponerle las enfermeras de la nurse y que poco duró.

Recuerdo su primer sonrisa, cuando creo que logró entender un poco como era esto de la oferta y la demanda. Lloro y mis papis me alimentan, limpian y acunan. Yo sonrío, mamá y papá me miman y hacen monerías.
Todo era paz y armonía, sacando de lado que poco dormía, comía y lloraba mucho por el reflujo y la intolerancia a la lactosa. ¿Qué son 18 meses sin dormir de corrido por las noches y hacer todas las tareas de la casa con una sola mano porque en la otra sostenemos al pichón?



El bebé fue creciendo y combatimos al reflujo y dominamos a la intolerancia a la lactosa. Todo parecía ir sobre rieles, hasta que llegó una señora malvada.
Esa señora que es un lobo vestida con piel de cordero. Que con sus sonrisas, juegos y paseos en calesita fue conquistando a mi chiquito. Esa señora que le enseñó a dar de comer maíz a las palomas y pan a los patos. Que lo lleva al teatro de títeres y a pasear en subterráneo. La señora que a golpe de teléfono lo espera con ravioles y mucho, mucho, pero mucho queso y se aguanta una y diez veces el capítulo de los Backyardigans payasos porque a él le encanta.
Esa señora hizo un trabajo fino durante año y medio y anoche lo logró, nos lo robó.
Ayer fue la primera vez que Germán duerme fuera de casa. Que no pide a papá o la memona para dormirse. Ayer nuestro nene dio un pequeño gran paso a su independencia de mamá y papá.
En este caso “LA ABUELA LO HIZO”

¡¡¡Felicitaciones a ellos por este logro!!!
P.D: También nos felicitamos nosotros porque sobrevivimos a una larga noche sin nuestro bebé.
